La polución mediática

agosto 4, 2011

¿Qué escribimos los periodistas?

Para mí este es un momento bisagra, esos donde ocurren cosas que vistas luego en perspectiva, determinan etapas, instalan nuevos paradigmas. Por ejemplo qué pensamos de los dispositivos de comunicación masiva. Eso que llamamos “la tele”, “los diarios”, “la radio”: los medios.

Lo que hasta hace pocos años (¿meses?) era una charla al interior de los que estudiábamos carreras relacionadas o trabajábamos en medios, y apenas subyacente en esferas de lo académico sobre qué y quiénes eran los medios masivos, a qué respondían y cuáles eran los límites de los periodistas como correas de trasmisión de sus discursos, parece hoy cosa del pasado. “Es la economía, estúpido”, le recordó James Carville a Clinton, mostrándole la llave que habría todas las puertas, incluso la del Despacho Oval de la Casa Blanca. Su heroico discurso demócrata quedaba en ridículo frente a la verdad del bolsillo yanqui. Pero, ¿qué hay aún por encima de la economía? Poder. Poder para manejar la economía, entre otras cosas. “Son sus intereses de propiedad, perejil” podría actualizarse la frase cuando si de entender porqué los medios dicen lo que dicen se trata. La idea de ese ente abstracto que emanaba información y construía la agenda de lo que era (y no era) noticia, fue: todos sabemos porqué Clarín pone los videograph políticos que pone, y hasta los que no parecen políticos: “Alerta: el dengue que viene”, mientras el médico dice: “Lo primero que hay que decir es que no hay que tener miedo”. O porqué 678 hace los informes que hace. Pero hay un concepto que escuché el otro día y me pareció interesante a nivel de lo que nos incumbe más de cerca a los que somos periodistas. Es el del “virus informativo”, que sería algo así como una falacia (o mentirita perversa) funcional a nuestros intereses, la que debemos repetir como cipayos. Me pareció la otra cara del concepto de Elizabeth Neumann sobre “La espiral del silencio”. Según la politóloga, todos poseemos cierta intuición social, “lo que se piensa de”, cosa que nos permite andar por la vida sin cagarnos a palos con los demás. Y lo que nos mantiene avispados de si nuestras opiniones son minoritarias o no. Como somos seres sociales y buscamos la integración, si sabemos que nuestras ideas provocan rechazo, probablemente callemos. Quien ostenta el poder para imponer su táctica de manipulación, martillea a un grupo con una idea que se considera mayoritaria (lo sea, o no) e intenta transmitir la impresión de que esa idea es asumida como válida unánimemente. “Los valores republicanos”, “la inseguridad creciente” o “Cristina quiere que River vuelva a primera para que la gente esté contenta”. No importa qué. Se martillea un poco más y listo, la idea queda. Mientras no haya un compromiso firme con lo que se piensa de manera individual, y se lo ponga a disposición de la crítica y el consenso, esa idea es ganada por la espiral de silencio.

Ahora, ¿qué hacemos los periodistas cuando nos llega alguna información? Mejor: ¿qué hacemos cuando no estamos de acuerdo con ella? ¿Hasta dónde podemos hablar de libre expresión, y hasta dónde de libertad de empresa? ¿Cuál es el límite también para la política? Cuál es el “hasta acá” de representación partidaria, por ejemplo de un personaje (penoso) como Alfonsín hijo, que se decía progresista (algo que supo ser su padre) y se pegó luego a De Naváez (y parecería poder arrimarse a la foto de cualquier ganador, aunque sea repugnante). Horrorizado por la falta de ética de Zaffaroni pero suspirando ante cada movimiento del nuevo mahatma Macri, aunque esté procesado. ¿Da igual todo por unos votos? ¿Da igual decir cualquiera por la noticia, por conservar el laburo? Antes la excusa era la primicia. Ya, ni eso.

Impresentables lobistas mienten en un diario de tirada nacional o en un canal construido semánticamente como “serio e independiente”. ¿Ensuciar, denigrar, mentir es parte del periodismo? Un amigo dice que con la derecha berreta que tenemos, cómo pedir un periodismo que no sea mugriento. Pobre Wash, almenos le queda el ajedrez.

Ojalá que el acceso de minorías, de organizaciones populares y otras formas de política y expresión se den de una vez. Y que los que laburaron para la nueva ley de medios no se vean traicionados ni por los garcas de siempre ni por lo piolas progres. Pero la nueva ley es la única manera de que se produzca una democratización real de los medios, y así quede más claro aún dónde y porqué baila el mono. Ante todo, creo que el periodismo es un oficio, y que prefiere ser ejercido con amor y respeto, pero sobre todo con dignidad. Sino, siempre se puede hacer otra cosa.

La Pomeña

enero 11, 2011

Cuenta Juan Pablo Baliña que aquella tarde de sol pesaba sobre el boliche la Flor del Pago de la Poma. Detrás del mostrador estaba Amanda Aramayo, probablemente secando vasos con su delantal y tomando notas visuales de reojo. Del lado de los clientes, como escondido detrás de una cerveza, había un hombre barbudo. Era Manuel Castilla, de visita para los carnavales. “En ese momento entró la Eulogia con la caja bajo el brazo y la cara llena de harina”, recuerda Amanda. “Era joven, tendría 18 o 19 años en esa época y así nomás comenzó el contrapunto”,el ir y venir de coplas, una especie de diálogo musical que lo gana quien no pierde la inspiración. Castilla no tuvo más que decir: la Eulogia había ganado. Bajo la mirada impávida del poeta derrotado la joven pomeña salió por la puerta, desató su caballo blanco y rumbeó para el lado de “las casas”, no fuese que la noche y su padre la sorprendieran en el boliche. Al día siguiente Castilla enfiló al rancho de los Tapia, pero “don Joaquín, el padre, era bravo como el cardón”. Otra vez había perdido el poeta. Pero tiempo después…

Lo que vi

octubre 28, 2010

Fui a nuestra plaza. Vi caras desoladas y tristeza. Vi banderas, vi agrupaciones, vi gente suelta, vi familias “lindas” y “feas” con nenes en los hombros y bebés. Vi tipos de ese peronismo viejo del que tanto se habla, y vi pibes a los que les llevo más de 10 años. Vi patas en la fuente, vendedores ambulantes, y tantos carteles con enumeraciones y valuaciones extensas. Recuerdo uno que apenas decía: «Volví a creer”. Vi amigos, vi compañeros de trabajo y compañeros de las cosas. Vi gente que no esperaba ver como me pasó con Alfonsín. Vi el sol, y vi caer la noche sobre la imagen gigantesca y rosada de la casa de gobierno. En esa ensalada poco glamorosa vi al pueblo transformar el dolor en esperanza, una vez más: discutiendo, hablando, escuchando, pensando en voz baja y en voz alta.

Tantas críticas hice y seguiré haciendo.

Pero la histórica construcción latinoamericana, las medidas de inclusión social y reivindicación de la Memoria, por nombrar tres cosas, no son nada si se las compara con un valor aún más importante: la resurrección de la política. Desde allí podrá discutirse para dónde vamos, y para donde no vamos a volver. Ese es a mí entender, el mayor logro conjunto entre gobierno y pueblo de estos últimos 10 años.

Y no se va a detener

 

¡Viva el cáncer!, escribió alguna mano enemiga en un muro de Buenos Aires. La odiaban, la odian los biencomidos: por pobre, por mujer, por insolente. Ella los desafía hablando y los ofendía viviendo. Nacida para sirvienta, o a lo sumo para actriz de melodramas baratos. Evita se había salido de su lugar. La querían, la quieren los malqueridos; por su boca ellos decían y maldecían. Además Evita era el hada rubia que abrazaba al leproso y al haraposo y daba paz al desesperado, el incesante manantial que prodigaba empleos y colchones, zapatos y máquinas de coser, dentaduras postizas, ajuares de novia. Los míseros recibían estas caridades desde al lado, no desde arriba, aunque Evita luciera joyas despampanantes y en pleno verano ostentara abrigos de visón. No es que le perdonaran el lujo: se lo celebraban. No se sentía el pueblo humillado sino vengado por sus atavíos de reina. Ante el cuerpo de Evita, rodeado de claveles blancos desfila el pueblo llorando. Día tras día, noche tras noche, la hilera de antorchas: una caravana de dos semanas de largo. Suspiran aliviados los usureros, los mercaderes, los señores de la tierra. Muerta Evita el Presidente Perón es un cuchillo sin filo. Eduardo Galeano, Memoria del Fuego. Y mi profe de radio Aliverti.

¿El filo? Ahora el pueblo es el filo.

Benedetti a Allende

octubre 1, 2010

Ayer, fue muy emotivo el relato del periodista que vivió cómo liberaban a Correa en el intento de golpe en Ecuador.  En un momento, no se sabía si lo iban a liberar o matar, en una escena shockeante. Mi vieja me contó cómo siguió algo similar, aunque con distinta suerte, cuando los que entraban por el techo fueron a buscar a Allende.

Para matar al hombre de la paz
para golpear su frente limpia de pesadillas
tuvieron que convertirse en pesadilla
para vencer al hombre de la paz
tuvieron que congregar todos los odios
y además los aviones y los tanques
para batir al hombre de la paz
tuvieron que bombardearlo hacerlo llama
porque el hombre de la paz era una fortaleza

para matar al hombre de la paz
tuvieron que desatar la guerra turbia
para vencer al hombre de la paz
y acallar su voz modesta y taladrante
tuvieron que empujar el terror hasta el abismo
y matar más para seguir matando
para batir al hombre de la paz
tuvieron que asesinarlo muchas veces
porque el hombre de la paz era una fortaleza

para matar al hombre de la paz
tuvieron que imaginar que era una tropa
una armada una hueste una brigada
tuvieron que creer que era otro ejército
pero el hombre de la paz era tan sólo un pueblo
y tenía en sus manos un fusil y un mandato
y eran necesarios más tanques más rencores
más bombas más aviones más oprobios
porque el hombre del paz era una fortaleza

para matar al hombre de la paz
para golpear su frente limpia de pesadillas
tuvieron que convertirse en pesadilla
para vencer al hombre de la paz
tuvieron que afiliarse para siempre a la muerte
matar y matar más para seguir matando
y condenarse a la blindada soledad
para matar al hombre que era un pueblo
tuvieron que quedarse sin el pueblo.

Tanto, en tan poco

septiembre 10, 2010

Ayer escuché al Nano Serrat en la radio.  Qué tipo. De él a Hernández, y de él a García Lorca y este fragmento de «Hai-kais». Eso sí que es saber escribir.

Sea para ti mi corazón
la luna sobre el agua
y el cerezo en flor.

Hay una estrella, sobre tu casa
hay una estrella. ¡Oh noche infinita!

Cuando yo era niño, ibas y venías
cuando fui mayor, ibas y venías.

Luego…
saltarás de un lucero a otro.

Un viajante, sin camino hacia Latinoamérica

marzo 23, 2010

Robo de un cuatriciclo (periodistas poco serios) en los médanos de Villa Gesell

Recién, a horas de la partida, entendí aquello de viajante y no viajero. El viajero es aquel que planifica su destino, que celebra aquello que fue a buscar o pensó previamente. El primero en cambio, es menos exigente, pero más abierto al inesperado viaje de la vida: que lleva quién sabe a dónde, quién sabe por qué, quién sabe hasta cuando. Colgado como pocos seres vivos del planeta, el de la sonrisa irrompible, el de la doble pared en el área de Salsa Rosa (que gol le hicimos a esos pendejos) y también el de la puteada por el no pase, el de la conquista de los rulos memorables en Bolivia, el del laburo en el barrio que no es nuestro pero es nuestro, el del clásico “guachin, qué hacemos hoy?”, el de los oídos que están siempre, el de los mensajitos a las 5 de la mañana: “uy, la casada me extraña…”.

No tengo idea cómo se construye una amistad, cuánto hay de fortuito y cuánto es edificación; qué se da por acuerdo y qué de simple pedo. Tengo claro sí, cuándo es amistad de veras, y cuándo aún con diferencia o enojos, te bancan. Grandeza, que le dicen. Sé con certeza, que es muy posible que no haya regreso, y eso conmociona, pero mi alegría viaja con vos en esa mochila, como otras tantas veces: descalzo por los caminos, cabeza y corazón como esponjas, para descubrir, para aprender, para llenarse de rostros e historias.        Suerte, mucha suerte hermano.

Cómo baila, cómo canta, cómo habita en las miradas… cómo danza la esperanza”. Ey Paisano, Raly B.

«Hemos guardado un silencio bastante parecido a la estupidez.. /.. La división internacional del trabajo consiste en que unos países se especializan en ganar y otros en perder. Nuestra comarca del mundo, que hoy llamamos América Latina, fue precoz: se especializó en perder desde los remotos tiempos en que los europeos del Renacimiento se abalanzaron a través del mar y le hundieron dientes en la gargantaLas venas abiertas AL, E.Galeano

Y para que ya vayas bailando con el continente…

El tridente (de 4) en el salar de Uyuni, la tierra boliviana preñada de sal

Bertol Brecht acecha

marzo 17, 2010

Ayer me dio por Silvio Rodriguez, y entre sus genialidades, otra vez ese recitado de Brech en Sueño con serpientes: «Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida: esos, son los imprescindibles». Hoy, retomando unos boletines del  Centro Nueva Tierra para mi incipiente incorporación a la Red El Encuentro, otros fragmentos del poeta y dramaturgo alemán. Y ahora abro el mail y uno de Rome que termina así: «El peor analfabeto, es el analfabeto político. Él no ve, no habla, no participa de los acontecimientos políticos. Él no sabe que el costo de la vida, el precio del pescado, de la harina, del alquiler, del calzado o del remedio dependen de las decisiones políticas. El analfabeto político es tan burro que se enorgullece e hincha el pecho diciendo que odia la política. No sabe el muy imbécil, que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado, el asaltante y el peor de los bandidos que es el político corrupto y el lacayo de las empresas nacionales y multinacionales. B.B.» . Ok, entendí Bertol.. decisión tomada.

Se dice jipi

febrero 24, 2010

Sí, que llueva…

febrero 11, 2010

Un sacudón de dignidad

diciembre 13, 2009

Hace unos años publiqué parte de una charla con el escritor español Carlos Álvarez Teijeiro -en ese entonces profesor de la Universidad Austral- con motivo del relanzamiento de Carta Abierta, periódico en el que escribí (no siempre de acuerdo, por cierto). Cíclico como la vida, y generalizando bastante, el periodismo pasa un momento bastante pobre para mí. Creo que los periodistas, cada tanto, deberíamos retomar estas lecturas.

Una cuestión de todos

Con humor y profundidad, el autor de “Fundamentos Teóricos del Public Journalism” expuso fragmentos de su obra sobre el periodismo cívico.

“El periodismo cívico no es fundamentalmente un conjunto de prácticas profesionales periodísticas nacidas en un momento histórico puntual, sino una filosofía, una idea acerca de qué papel debiera desempeñar el periodismo en una sociedad democrática. Hoy (por ese entonces noviembre de 2004) competimos en este acto con el estreno de la película Troya, lo que me lleva a recordar que la idea de periodismo cívico si bien es un movimiento nacido en los Estado Unidos a fines de los ´80, es una idea vieja como la historia misma.

Hace 2.500 años Pericles tuvo que hablar a sus conciudadanos atenienses para alentarlos a participar de una guerra crucial que libraba la democrática Atenas, frente a la no democrática Esparta. En esa arenga, decía que no consideraba ofensivos sino, idiotas, una palabra griega muy fuerte, a aquellos que no se interesan por las cuestiones públicas. Idiota, en el fondo, significa “la vida de la persona que decide vivir privadamente”. Y si hay algo que está asociado a los orígenes del periodismo, pretensión traicionada en los últimos tres siglos, sería la misión de lograr que el espacio público de la democracia fuera un lugar de encuentro, y la opinión pública lo que quedara de ello. Hoy vivimos en un mundo de simulacros de la opinión pública, donde ésta ha sido traicionada en nombre de la opinión publicada y el reino de la encuesta.

Al argentino se lo suele acusar de mirarse mucho el ombligo, y yo creo que deberíamos mirárnoslo aún más. El ombligo es el único rasgo que existe en nuestro cuerpo de nuestra dependencia original: hemos venido al mundo dependiendo, y esta huella indica que ser persona no es ese individuo del neoliberalismo al que no le importa en lo más mínimo la suerte de los demás. Ser persona es descubrir que dependemos de otros y que la sociedad debemos construirla todos.

Termino con la bellísima novela de Albert Camus, Peste, que trascurre trágicamente en una ciudad del norte de África. En ese momento de crisis y bloqueo total creado por la peste, interactúan distintos personajes que habían llegado, entre ellos un médico agnóstico, un sacerdote católico, y un periodista. Por su función no sanitaria ni religiosa, el periodista no se siente involucrado como los otros, y dice: mi vida está en París. Allí me espera mi novia y mis cuestiones. Yo quisiera irme. A pesar de que quienes conviven con él no están de acuerdo, gestionan su retorno. Cuando el periodista está a punto de abandonar la ciudad cambia abruptamente de opinión, y allí hay un dialogo genial con el médico, que le pregunta por qué ha decidido quedarse. El periodista responde: he cambiado de opinión porque si me voy me daría vergüenza. El doctor le dice entonces: pero a nadie puede avergonzarle elegir la felicidad. Y este contesta: sí, pero puedo avergonzarme de ser feliz yo sólo.

El gran descubrimiento antropológico y filosófico del periodismo cívico es la idea de que no sólo no estaría bien, sino que sería imposible ser felices solos. Lo que hagamos en la vida pública depende de la suerte, buena o mala, de nuestros semejantes, y como dice un verso que tanto me gusta hay algunas cosas que nos conciernen extrañamente, que confían en que nosotros, los más perecederos, podamos salvarlas. Creo que la vida pública no nos concierne en forma perecedera sino de manera verdaderamente importante y que la gran responsabilidad del periodismo y los ciudadanos es tratar de que entre todos, el mundo sea un lugar mucho más habitable”.

Qué linda joda

diciembre 10, 2009

Muestra Folclore en Movimiento 2009.

Rumbo a Santiago

noviembre 1, 2009

En cada chacarera, estoy volviendo al pago
Y soy bombo latiendo, si te pienso Santiago
En cada chacarera, ya estoy volviendo al pago…

Chacareras norteñas

Si bien soy más porteño que el obelisco, sé que uno de mis lugares en el mundo es Santiago del Estero. Es raro, porque pese a que mi trabajo me ha hecho conocer tantos y bellísimos lugares del país, aún no he pisado la tierra de la chacarera. Pero todo llega en la vida si uno lo desea con pasión: hacia allí parto en breve, guitarra en mano y el corazón bravo y latiente. Feliz. Nos espera Rubia Moreno, Telares y la fiesta nacional del bombo en Frías, con Raly, los Copla, los Carabajal, Horacio Banegas y tantos otros, y donde los legüeros retumbaran…

Pablo y Ana



Lleno de vida

octubre 5, 2009

camino

Y pensé que debe haber, al menos, dos formas de sentir dolor. Una de ellas producto de la experiencia en el propio cuerpo, y en relación a lo vivido con aquellos a quienes amamos o hemos amado. La otra me parece más extraña, y fundante, como una reacción a un sufrimiento sobre lo que uno es: una mezcla entre el dolor de ser, y el dolor de no ser. Ninguna es mejor que la otra imagino. Y fuera de la persona, no creo que el dolor exista. Pero tampoco creo que pueda vivirse sin él. Habrá que ir desandando ese camino, lleno de vida hasta en el dolor.

Mateando con Liniers

agosto 3, 2009

Liniers (35) refleja en su obra nada menos que a Ricardo, ese otro yo circundante. En su web, un fragmento del prólogo de uno de sus Macanudo, firmado por gran Negro Fontanarrosa, lo resume todo: “El estilo de Liniers es ingenuo. Pero ¡cuidado! desprevenido viandante, es la primaria ingenuidad del león, que se morfa una gacela”. Que sabe dibujar y que es gracioso no cabe dudas. Pero el tipo lleva además la simpleza del artista que no subestima al lector, y prefiere a veces dejar la pregunta abierta a la imaginación del otro, y no entregar nada masticado: allí una de las claves de su éxito. Quizá la tierna Enriqueta con su gato, los duendes y los fenomenales pingüinos, sean el mejor ejemplo de eso. Pero hay más: tiras diarias en publicaciones, más de una docena de libros editados, muestras, firmas y charlas en el exterior, posters para la película Incómodos de Esteban Menis, las tapas de los discos La lengua popular, de Andrés Calamaro y de Logo y Oops de Kevin Johansen, y hasta el atrevimiento de dibujar ¡y cantar! junto al flaco de Alaska, su amigo, en un recital con un ejército de fans ovacionándolo cual estrella del rock. Él sigue siendo macanudo: prepara el mate amargo y ofrece su sillón de dibujo al visitante, se ríe constantemente y cuenta sus anécdotas, mientras esquiva el cómodo desorden de dibujos, libros, pinceles, lápices, cómics, láminas y cuadros llenos de personajes que se ubican en su estudio, y que son ni más ni menos que su universo.

¿Sirvió para algo el intento con el derecho y la publicidad?
Sí, principalmente para saber qué era lo que no quería, porque eligiendo malas carreras le escapé al “ojo de la bestia”.

El estudio formal no era lo tuyo…
Es que siempre fui mal estudiante, así como mal deportista, pero por suerte la pegue con esto. Y eso que tengo una tara personal que prácticamente me impide hacer algo si me lo pide otra persona. Mirá, por ejemplo con los libros me pasa que leo todo el día, pero cuando me decían en el colegio lee Platero y yo, pensaba: “Ni en pedo”. Y el cariño que tengo por algunos que leí cuando era chico es enorme, si para mí Tom Sawyer es como un amigo de la infancia. Por eso no trabajo con guionista en las historietas, porque si la idea no me sale a mí, no me divierte, y ahí muere. Eso para la carrera de publicidad era una clara contraindicación. Con el dibujo tuve la suerte de encontrar un espacio donde me dejaron explayar mi egocentrismo.

¿No te iba la exigencia capitalista o es un tema más existencial, de querer ser libre?
Sí, creo que es un tema de necesidad de libertad, aunque un tanto absurda claro, pero que me pasa seguido.

¿Y qué rol jugó eso frente a la necesidad de trabajar y ganar plata?
Fue raro, porque nunca se me pasó por la cabeza que dibujar fuera un laburo, como si se pudiera hacer mientras uno trabajaba de abogado, dentista, o en un kiosco. No me era posible pensar que existían los Quino o los Fontanarrosa, tipos que vivían de esto. Y menos que menos pensar ser uno de ellos. Pero sí, tardé mucho en caer: fui mesero por un día, cadete por un mes, y dos años repartidor de las pantuflas que hacía mí vieja, un trabajo que quizá explica cierta ternura en mi sentido del humor: me hizo sentir cariño por el perdedor.

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¿Cuándo fue el “clic”?
Cuando saqué de mi cabeza la ecuación de la guita. Había elegido abogacía porque pensé en la plata, pero rapidísimo desistí por era horrible. Después opté por publicidad, por su aspecto creativo, pero en realidad me llevaba a lo mismo, a la seguridad de un trabajo por plata. Y en paralelo dibujaba, hasta que me fui embolando y un día decidí que me la jugaba por los dibujitos y las historietas. Y si me terminaban pagando dos pesos por eso iba a estar feliz. No podía condenar los 40, 50 años de mi vida restante sólo por la guita. Misteriosamente, ahí empecé a ganar plata.

¿Y el contexto qué decía?
¡Ja!, el contexto era Angie (su mujer) que era abogada y sí ganaba plata. Así que la primera época andaba como si fuera un hippie que hacía historietas, mientras ella me mantenía con toda elegancia. Pero por suerte las cosas se dieron vuelta un poco, y ahora puedo devolverle esa confianza. Porque a Angie, pobre, tampoco le gustaba el derecho, pero no podía haber dos hippies viste… y ella sentía la responsabilidad de mantener mi delirio. Después había amigos y familiares que con la mejor, me decían que me deje de hinchar y labure “en serio”, y que eran re lindas las historietas, pero que las hiciera en el tiempo libre. Nunca me enojé eh, porque eso siempre viene con la cuota de querer lo mejor para vos. Ahora, la recomendación va como si vos fueses igual a ellos, y ahí se torna irrealizable.

¿Ahí empezó la “carrera”?
Sí, pero con replanteos, que los hubo durante un buen tiempo mientras veía que mis amigos progresaban y que si de última los echaban, tenían plan “B”. Yo sólo sabía dibujar. Pero nunca perdí la esperanza, como con la guitarra, que me sale una sola canción, pero no iría nunca a tomar clases porque tengo la fantasía del autodidacta: llegar solo. Así que seguí adelante, y en general siempre aparecía alguna pequeña buena noticia que me hacía estar un poco más con lo mío, dedicándole más, aprendiendo más. Aparecía la publicación de las historietas para la facultad, y eso ya era re groso para mí. Después iba a un taller de Sapia y conocía a Sergio Langer, a Diego Bianchi, a los pibes de Lápiz japonés y toda esa gente del palo que yo admiraba mucho y que me decía: “Che, qué lindo tus dibujos”. Y era feliz. Incluso Langer (creador de La Nelly de diario Clarín) llegó a llamar a la revista que le publicaba en ese entonces para decirles que me dieran bola. Un gesto de una generosidad extrema, y que por suerte se encuentra mucho en el mundo de la historieta, coco si fuera un poco comunitario. Todas esas cosas me iban levantando el ánimo, hasta que llegó Bonjour en Página 12 y me certificó que la jugada era por ahí. Igual, cuando se lo conté a mi viejo no dijo nada, pero debe haber pensado: “Lo voy a tener que mantener hasta los 50 a este”.

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Hablarle al planeta
Alfio la bola troglodita, la aceituna Oliverio, Enriqueta, Johnson, El hombre misterioso, Lorenzo y Tresita, los duendes, el conejo, los pingüinos… Una ensalada de personajes que al mezclarlos dan como una pócima, la diversidad de su autor. “Me gusta mucho viajar, y eso me revoluciona a la hora de dibujar y crear personajes. Me carga las pilas ver gente diferente. O directamente ver gente, porque mi laburo es estar mirando el papel en soledad, básicamente. Además con los viajes aprendí que el nacionalismo no tiene mucha lógica. Es buena la defensa cultural, pero la diversidad hace al mundo más interesante”. Pero ese hombre que se muestra decidido e itinerante, fue muy tímido, hasta que encontró “su” forma de contacto. “Hablaba con algunos amigos, o con mi viejo, pero me costaba lo social. Con el dibujo encontré el idioma universal para conectarme con el planeta. La historieta es un leguaje, y como el arte en general, sirve para hablarle al planeta”.

En algunos personajes está muy presente la inocencia de los chicos. ¿Tenés cerca ese mundo?
Mucho. Cuando empecé hablaba con escritores de libros para chicos y les preguntaba cómo hacían ellos, si hablaban con los niños o trataban de ponerse en su cuerpo. Todos coincidían (y me miraban raro) en que no, que simplemente escribían lo que les gustaba. Efectivamente creo que algunos tenemos una conexión muy fuerte con la infancia, un puente tejido con esos recuerdos que se hace muy presente. A mí me pasa con Enriqueta, y por eso la uso para acordarme de cómo era ser chico, y de esos pibes que son una mezcla rara de terrorífico y capocómico. Yo soy fanático de Mafalda por ejemplo, pero ella es una niña adulto, que se hace preguntas de grandes. Algo similar pasa con Snoopy, que llevan el universo de los grandes al mundo de los chicos para reformular la pregunta y darse cuenta de lo mal que los grandes hacemos las cosas. Pero eso no es ser chico, ser chico es mucho más terrorífico, como lo vivía Felipe quizá, que no entendía nada, que todo le pasaba por encima, que iba al colegio y no agarraba una. Enriqueta me hace canalizar esas cosas inocentes, enternecedoras, pero a veces angustiantes, de la infancia. Me gusta hablar de eso, es parte de lo que para mí es ser historietista. Y me enorgullece que la gente común como los tipos que fueron hitos basamentales en mi vida, lo reconozcan.

¿Cómo quienes?
Quino por ejemplo. Que él me diga que le gustan mis dibujos, o que en entrevistas hable bien de mí… ya está. Y no por sentirme más canchero eh… me da pánico pensar que se van a dar cuenta de todo lo que hago mal. A mí me gusta mucho mi profesión, pero veo a diario los errores que voy cometiendo en el viaje, o cuando me expongo, como con las 5.000 tapas que dibujé a mano y que a las 500 decía: “Esto está buenísimo”, y a las tres mil quinientas era un: “La puta madre, no se termina más”. Por esto que te contaba de mi propia creatividad, hay veces que la pifio, que el chiste es malo o el dibujo me sale feo. Si por ahí me cruzo con Carlos Nine o con Hermenegildo Sábat y tengo miedo que algún día me digan: “Pibe, dale, te pescamos eh… ponete las pilas y dibujá mejor esas acuarelas”. Siempre los saludo y me voy rápido, por las dudas.

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Un poco de paz

junio 26, 2009

Gracias a la veda electoral, diarios, radios y sobre todo la televisión, frenaron un poco su catarata de avisos y presentaciones de candidatos (hechos a medida). “Dígame en 30 segundos qué opina sobre la educación”, le dijo un psuedo reconocido analista de los miércoles en TN a un candidato. “Que es bueno estudiar”, le contestó el tipo más o menos… qué puede decir cualquiera en ese tiempo? Y en este contexto de elección tan particular, el rol de la videopolítica ha sido arrasador, y mientras miraba, en paralelo leí a unos autores para la facultad que hablan de TV, política y cultura. Hay para llenar infinitas páginas, pero me quedo con algunos fragmentos.

videopolítica

“En un pueblito de montaña, su protagonista me cuenta la siguiente historia: ‘Hace tres noches me robaron el zaino de gran alzada, no el que traigo siempre acá, sino el otro, un caballo grande, de más de uno setenta, o casi. Se lo había prestado al cuñado de mi hermana, que se quedó sin caballos porque los vendió para techar la casa. Ahí estaba el caballo, atado con una cadena, el cuñado de mi hermana no tiene buenos perros. Se lo llevaron y dejaron la cadena. Por eso no me vio estos días; salimos a buscarlo, porque un amigo me dijo que seguramente era un grupito de traslasierra, que lo hacen de maldad, para andarlos un rato y si pueden, después, los venden (…). Estaba desensillando cuando viene mi amigo y me dice: «Antes de anoche, vieron tu caballo en una fiesta del otro lado del dique, en la villa; una fiesta grande, algo de casamiento; el que lo vio creyó que lo habías prestado, porque lo montaron en el desfile para llegar a la iglesia y después en la fiesta». Así que ahora estoy esperando el video del casamiento para reconocerlo al tipo (…) Los muchachos del cable me dijeron de pasar el video en el noticiero de la tele de acá, para que la gente se ande precavida de esos ladrones. Después, mire si vendo el caballo, que va a ser conocido. Seguro le saco buen precio”. Capítulo III de Escenas de la vida posmoderna de Beatriz Sarlo, donde habla de Culturas populares, viejas y nuevas.

“Las culturas urbanas son una mezcla dinámica, un espacio barrido por los vientos de los mass-media. Por encima de las casas, en las pendientes barrosas ocupadas por las favelas, a lo largo de los pasillos de las villas, en los monobloques deteriorados, las antenas de televisión tienden las líneas imaginarias de una nueva cartografía cultural. El hermetismo de las culturas campesinas, incluso la miseria y el aislamiento de las comunidades indígenas, ha sido roto: han entendido que si quieren ser escuchados en la ciudad, deben usar los mismos medios por los cuales escuchan lo que sucede en la ciudad”, dice Sarlo. Y en El sueño insomne, afirma que “la industria audiovisual (que, créase o no, siempre supo que había que cuidar más las formas que las ideas) puede adoptar la parodia que le trae el underground sin grandes conflictos. Como el imperialismo blanco en el siglo pasado, la televisión no reconoce fronteras: allí su fuerza”.

No hace falta aclarar que de todo esto me pareció un sobreabuso los espacios del oficialismo y más aún de la lacra de Unión-Pro. Pero bueno, pretender otra cosa sería inocente, cuando lo que hacen los medios no es más que responder a su estructura de propiedad y su reubicación permanente como fragmentos hegemónicos. Celebro que se discuta de política, pero la TV nació como un show con productor detrás… es ingenuo pretender otra cosa. Disfrutemos de este mini-descanso (mientras nos venden otras cosas, claro) hasta el lunes.